sábado, 9 de junio de 2007

- Supongamos que tenemos dos habitaciones comunicadas por una puerta. En la primera, hay un niño llorando. Lo llamaremos A. En la segunda, hay otro niño y también está llorando. Lo llamaremos B. Mientras la puerta está cerrada, la suma de A más B, a la que llamaremos X, equivale efectivamente al total del llanto que podemos escuchar. [...]

Veamos ahora qué ocurre si abrimos la puerta, es decir, si permitimos que las partes se interrelacionen entre sí. Aquí la situación se complica, se hace mucho más compleja de lo que parece, porque puede ser que A y B decidan seguir ignorándose, que se den la espalda y sigan llorando igual que antes.

Peor también puede ser que A sienta una curiosidad repentina por el llanto de B, y deje de llorar para quedarse mirándole. Y puede ser que ocurra lo contrario, que sea B quien dejé de llorar al percibir el llanto de A. Con suerte, A, o B, cruzará la puerta para jugar con su compañero, y si logra convencerlo, entonces el llanto cesará por completo.

Con mala suerte, A, o B, furioso como consecuencia del berrinche, atacará al contrario, los dos se enzarzarán en una pelea, se pegarán, se harán daño, y su llanto crecerá, se hará mas violento, más desesperado, y en consecuencia, mas sonoro. ¿Lo entiendes?

- Sí. Eres buen profesor.

- Desde luego que lo soy - sonreí - Y, por lo tanto, espero que hayas comprendido que X puede resultar igual, mayor o menor que la suma de A más B. Eso depende de la interrelación de las partes. Por eso, sólo podemos afirmar con certeza que el todo es igual a la suma de las partes cuando las partes se ignoran entre sí.



Yo prefiero no ignorar y al sumar hacer menos ruido. ¿Y tu?




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